La persona preciosa:

Era solitaria, incluso hoy en día lo sigue siendo, pero yo le conocí más sola que la una como se suele decir. Por aquel entonces, no pedía mucho, solo distraerse y que le sacaras una sonrisa; también por aquel entonces, yo sabía distraer y sacar sonrisas.
¿Sabes eso que dicen, que por muy diferente que seas siempre hay una persona como tú en este mundo? ¿No? Pues antes yo tampoco. En realidad yo no pensaba ni que tuviera algo en común conmigo, éramos el día y la noche, solo coincidíamos en que el ego nos pesaba demasiado y que lo de sincerarnos con otras personas se nos daba un poco mal.
Antes de sentir algo, estaba aburrida por la típica recriminación de mis grandes amigos:
-Eh, ¿Cuándo te vas a atrever con algo que no sea fácil? Todo lo difícil ni lo intentas.
Aun me sigo riendo de eso, y lo sigo recordando con cariño, porque puede que ahora conociéndome un poco se puede decir que soy capaz de superar cualquier dificultad; Sí, ahora sí… aprendí a hacerlo, ya no me gusta lo fácil, incluso sospecho de la facilidad. ¿Por qué? Porque la persona preciosa, era el día, y yo la noche, y siempre habrá un obstáculo para que la luna y el sol no se toquen… por mucho que se amen.
Esa persona, la persona preciosa, me cautiva tanto, que prometí que si algún día la noche y el día se fusionaban, lo fácil quedaría olvidado. Y así fue, y como es obvio, lo difícil cada vez es más difícil pero también más fácil al lado de la persona preciosa.
Hoy en día, puedo decir, que vivo en un eterno eclipse, en el que todo es oscuro, pero en el que cuento con su luz para alúmbrame.

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